Así empezó a concretarse este proyecto.
Primer día, 24 de mayo:
Hicimos un cartel con el que habíamos estado soñando. A las 14:00 lo pegamos en el portón del garaje de Argimón y sacamos a la vereda 4 o 5 plantas de Aloe Vera (sábila, áloe de Barbados o áloe de Curazao) en unas botellas de plástico con tierra que oficiaron de macetas.
Fue raro, nos daba alegría y cierta vergüenza o pudor a la vez.
Entramos. Hasta nos olvidamos de que estaba "eso" allí afuera. Nos pusimos a hacer cosas en la casa.
Entre idas y vueltas , llegamos nuevamente al garaje, del lado de adentro.
Desde allí se ven, por una abertura en la parte inferior del portón, las bases de las macetas y los pies de la gente que pasa y se detiene cerca a leer o a tomar una de las plantas.
Con ese asombro clandestino que nos invadía escuchamos el diálogo entre una voz infantil y la de una madre:
-Voy a llevar una.
-No, ya tenemos de esa en casa. Dejale para el que no tiene.
-Pero yo le quiero llevar a tía Leti
-No vamos de Leti ahora. Dejala que después le llevamos de casa.
-Bueno... (con resignación) la dejo pero después dame para la Leti, ¿eh?
El proyecto empezaba a tener más voces. Del día anterior quedaron dos plantas que volvieron a la vereda a las 13:30
A las 14:00 ya no estaban.
Tercer día, 27 de mayo:
A las 11:00 salimos con un arsenal de siete macetitas~envases de queso, crema o similar que contenía cada una una plantita a la que llaman "del dinero" (Plectranthus verticillatus).
Ocurrieron dos hermosas situaciones, casi mientras las acomodábamos. La primera es que se cruzaron las nenas de enfrente con su mamá y nos intercambiaron una plantita de laurel.
Después, entre adultos, mientras las nenas reían felices, hablamos de la necesidad de tener un jardín en la vereda con el que se beneficien todos los vecinos y de la incomprensión de "otros" vecinos contra los que hay que "luchar" porque no sólo no le gustan las plantas sino que también las atacan.
La segunda situación fue el acercamiento de Lili en la bici a quien ya habíamos visto pasar hacia la avenida. Cuando volvió se detuvo y nos dijo que le encantaba lo que hacíamos y que a pesar de que esta plantita ya la tiene, se iba a llevar una que tuviera florcitas. También prometió volver con alguna otra de intercambio.
Como nos suele ocurrir, la conversación terminó derivándose hacia la poesía, las tertulias y los encuentros literarios.
No sabemos si vamos a escribir cada vez que salgamos con plantas y cartel a la vereda, porque charlando entre nosotrxs nos pareció que el proyecto "se nos va de las manos", no sólo por las plantitas que soltamos sino también por la proliferación de situaciones que vamos teniendo para contar.
Por lo pronto, el entusiasmo nos llevó a preparar plantitas de falso incienso (Plectranthus Coleoides Marginatus) para la próxima.
Y ahora mismo, antes de que se agoten "las del dinero", estamos escuchando al vecino que mientras habla se muere de risa leyendo el detalle del cartel con la planta del día que junto con las macetas sacamos hoy a la vereda.